Mi Historia
El amor por los motores ha sido algo que ha corrido siempre por mis venas. Desde pequeño mi madre nos llevaba a las carreras de Supercross en las dunas de Concón – “Lucky! Lucky! Lucky…”, ya saben cómo sigue el resto… espero.
Mi viejo por su lado, jeepero de años, nos llevaba a raids, al mítico Jeep Fun Race o veíamos la F1 de Senna, Prost, Alesi y Mansell – épocas de grandes influencias motorsport a nivel nacional y mundial.
Mis primeros acercamientos a la fotografía deportiva fueron a los 16 años, viviendo en Puerto Varas, y con una Minolta SR-T303 con un lente 50 mm. en las manos. Se corría la extinta fecha del Rally Codasur disputada en los alrededores del Lago Llanquihue, incluida la clásica vuelta al lago.
Durante 5 años “jugué” con esa increíble cámara y 2 o 3 rollos de 36, los que corría a revelar tras el fin de semana de motores. También me jugaba un poco la vida, en mi inexperiencia, buscando la mejor foto con un lente tan corto – pero sobreviví.
Tras “mudarse” el rally de la zona, me quedé sin eventos a los que ir, por lo que durante varios años dejé la cámara de lado.
Recién a mediados de 2010 comencé a retomar mi romance con los fierros, cuando me invitaron a ver carreras en el Autódromo de Quilpué. Una cámara prestada por aquí, otra por allá, mi primera inversión, y comencé nuevamente este camino lleno de pasión y kilómetros recorridos.
En 2011 me invitaron a participar como fotógrafo en el Summerbike de velocidad organizado en el Autódromo de Leyda, donde mi camino en la fotografía deportiva quedaría marcado para siempre. Así comencé a dedicar continuos fines de semanas de carreras y fotografía en diferentes escenarios del medio nacional. Quilpué, San Antonio, La Serena, Codegua y Temuco – el autódromo más lindo de Chile – me citaban todos los meses.
Durante los siguientes 9 años comencé a nutrir mi calendario con diferentes eventos. Desde participaciones en competencias nacionales de superbike, motocross, rally y automovilismo a eventos internacionales como el WRC en Córdova y Concepción, 8 participaciones cubriendo el Dakar y 4 en el Atacama Rally, y fechas del SúperTC2000 Argentino en Codegua, Potrero de Los Funes y Mendoza.
Pero mi verdadero amor y evolución como fotógrafo llegó de la mano del Dakar – lo que llamé “un romance de verano”. Y es que en el Cross Country encontré la unión de todas mis pasiones. Es la combinación perfecta de motos, offroad, aventura, compañerismo, naturaleza y muchos kilómetros por recorrer – a pie o en vehículo.
¿Por qué lo destaco? No sólo porque – a mi parecer – es la disciplina motor más linda del mundo. Sino porque me llevó a auto exigirme, a estudiar ángulos, tomas y terrenos. A aprender a leer la ruta y entender con la vista lo que pasaría en aquel lugar. A caminar kilómetros de arena, tierra y lechos de ríos en busca de aquel spot que me entregaría lo que estaba buscando.
Pero, por sobre todo, a abrir el lente y entender que lo que buscaba no era capturar al piloto en sí, sino que a hacer de la esencia y el espíritu del evento el protagonista de la composición y el mensaje que quería capturar dentro de la toma.
A descubrir que – en conjunto con las demás disciplinas – trabajaría con múltiples personas que vivían la misma pasión, en todas las áreas, de forma amateur o profesional. Que desarrollaría mi labor para equipos, pilotos y campeones internacionales. Que recorrería múltiples países y regiones, y que acumularía miles de kilómetros realizando esta pasión que nació como hobby y se convirtió en uno de los proyectos más satisfactorios de mi vida.
A encontrar y mantener a través de los años grandes amistades de diferentes nacionalidades.
¡Gracias fotografía!
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